Abrió el marcador Fernando Mier (m.33), igualó Fernando Tobbio (m.45) y dio la pírrica victoria al Vélez Santiago Silva (m.67), que a los 75 malogró un penalti.
Peñarol, que ya tiene cinco títulos en la Libertadores, llega a esta fase 24 años después de su última conquista continental, en 1987.
Las circunstancias no daban lugar a las especulaciones. Vélez necesitaba ganar y el conjunto de Diego Aguirre entendía que su ventaja mínima en el marcador tras el encuentro de ida significaba una ventaja carente de garantías, que debía reforzarse.
En ese contexto, dos equipos afianzados, compactos, encararon el partido con la misma tesitura: firmeza defensiva, carácter en la zona de contención y gestación y, por un lado, la rotación hacia adelante de los delanteros locales y, por el otro, la velocidad de Martinuccio.
El equilibrio de fuerzas se convirtió rápidamente en el principal atractivo del choque que tuvo una emoción impresionante. Hasta el último segundo. Cuando la pelota llegaba a las áreas tanto los propios como los extraños se ponían de pie, levantados por olfatos sensibles al perfume de gol.
Un pilar defensivo del Vélez como el defensa y capitán Cubero duró un cuarto de hora y salió del campo lesionado y un gesto de dolor del centrocampista Maxi Moralez puso los pelos de punta al entrenador argentino, Ricaedo Gareca, antes de la media hora de juego. Por cierto, la tranquilidad de Aguirre contrastó en todo momento con el nervisismo de Gareca.
Y de todas las posibilidades ofensivas del partido sobresalió la de un Martinuccio veloz, atento, inquieto, que asistió magistralmente por la izquierda a Matías Mier, encargado de abrir el marcador a la media hora y tres minutos con notable solvencia y que puso al Vélez al borde del abismo.
Ese gol daba al Peñarol una ventaja de 0-2 y obligaba al equipo de Buenos Aires a montar un muro delante de su arquero y marcar tres goles para progresar hacia la final.
En el tramo final de la primera parte el árbitro chileno Enrique Ossés invalidó un gol de Juan Martínez para Vélez y consideró legítimo el de Fernando Tobbio, que estaba adelantado al anotar, tras un falla de Sosa a los 45.
Pero Corujo, Freitas, Aguilar, Olivera y Mier, uno de los mejor dotados técnicamente en el equipo de Diego Aguire, contuvieron la esperanza del Peñarol, alimentaron el sueño de volver a la fase final de una Libertadores en la que los 'mirasoles' ha hecho historia.
El equipo de Gareca, impulsado por su amor propio y en momentos en que a su silenciosa afición le costaba superar el impacto del gol de Mier, se las rebuscó para generar varias situaciones de peligro frente al arco de Sosa, especialmente a través de Juan Martínez.
La ventaja en el marcador global permitía al equipo carbonero regular sus esfuerzos, tomarse un respiro y pararse en el campo en postura de contraataque.
El tanto de Santiago Silva con un zurdazo clamoroso para el 2-1 en favor de Vélez a los 67 minutos, puso al partido encima del fuego, y a los 75, una falta contra Martínez daba la posibilidad a los 75 de que el conjunto argentino, mediante un penalti, alcanzara el resultado necesario para pasar a la final.
Pero Silva se resbaló al rematar, la pelota pasó por encima del larguero y los sonidos del silencio en el estadio José Amalfitani se extendieron a todo el barrio porteño de Liniers. Un minuto antes Olivera se había perdido un gol solo frente al arquero.
Peñarol celebró una nueva página escrita con letras de oro en su historia junto a miles de hinchas que cruzaron el Río de la Plata desde el miércoles y que no olvidarán jamás su aventura en Argentina.
Peñarol llega a la final porque fue el mejor de los dos en los 180 minutos de juego de los dos partidos y logra algo que hasta anoche parecía un imposible para los equipos uruguayos.
La primera final contra el Santos se jugará el 15 de junio en el Estadio Centenario, en tanto, el 22 se jugará la revancha en Brasil.
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